Resultó una de las veladas más concurridas (unas veinte personas), con una metereología casi excelente (despejado, apenas viento y fresco el justo), una compañía divertida a la par que didáctica y una observación contundente y variada.
Comenzamos la jornada al atardecer y mientras colocábamos los telescopios y prismáticos pudimos disfrutar de una impresionante vista anaranjada del Moncayo durante el Ocaso:
La Luna nos acompañó antes de cenar y así pudimos observar el desconocido cráter Ibn-Rushd, nombrado así en honor del cordobés Averroes:
Antes de meternos en faena, por supuesto que cogimos fuerzas con todo tipo de "delicatessen"... aparte de los indispensables frutos secos, patatas fritas y encurtidos varios, degustamos desde un original cuscús o un sorprendente embutido nórdico, pasando por los tradicionales canutillos rellenos de chocolate y turrón acompañados de chorizo, salchichón y queso del Mercado Central, hasta la reconfortante carta de cafés y cacaos a la carta acompañados de todo tipo de deliciosas pastas, palmeritas y demás dulces... y no podía faltar un agradecimiento a las responsables de la mantelería y vajilla:
La noche nos permitió observar además de un impresionante bólido y todavía la rica y hermosa Constelación de Sagitario y alrededores... los tradicionales objetos de las circumpolares (como M101 y M51 de la Osa Mayor), alguna estrella fugaz, una pareja de satélites en óribita polar de magnitud -1, e incluso ya aparecieron las bellas Pléyades por el Este pasada la medianoche:
Eso sí, el protagonista indiscutible del sábado noche fue un bonito Dobson de 400 mm que nos deleitó con una buena dosis de risas, explicaciones de alto nivel e imágenes increibles como, por ejemplo, a propósito de la Nebulosa del Velo: