“Me estremecieron mujeres
Que la historia anotó entre laureles
Y otras desconocidas, gigantes
Que no hay libro que las aguante...”
En estos versos de la popular canción “Mujeres” de Silvio Rodríguez podríamos incluir a la protagonista de hoy, igual que al resto de las damas de la astronomía, algunas de ellas ya mencionadas en anteriores artículos del conjunto al que he llamado Mujeres Estelares y a las que la historia ha acabado por reconocer los conocimientos científicos y la capacidad intelectual que en su momento les fue negado.
Porque creo que es justo reivindicar la vida y el trabajo de personas, hombres y mujeres que gracias a su conocimiento y tesón contribuyeron al progreso y a los avances tecnológicos que ahora disfrutamos.
Cecilia Payne-Gaposchkin nació un 10 de mayo del año 1900 en Wendower, Inglaterra. Desde muy temprana edad mostró una gran facilidad para las ciencias, con 12 años ya leía los “Principia Mathematica” de Newton.
En 1919 gracias a su expediente académico logró una beca en la Newnham College dentro de la Univesidad de Cambridge. En principio estudió botánica, física y química pero al finalizar sus estudios no pudo conseguir un título oficial por su condición femenina y decidió cambiar de continente, se trasladó de Inglaterra a EE.UU, país que le concedió la nacionalidad en 1931.
Una vez en tierras americanas logró otra beca para estudiar en el Havard College Observatory, gracias al programa de Harlow Shapley que apoyaba y animaba a las mujeres para estudiar astronomía, disciplina que a ella no le era ajena y por la que se sintió atraída cuando asistió a una conferencia impartida por Sir Arthur Eddington que había viajado a la Isla de Principe para ver el famoso eclipse solar de 1919, el eclipse que confirmo la teoría de la relatividad de Einstein.
Consiguió doctorarse en la Radcliffe Universty, perteneciente a la Harvard University.
Es allí donde preparó su famosa tesis doctoral: “Stellar Atmospheres: una contribución al estudio observacional de las altas temperaturas en las capas invertidas de las estrellas”, calificada por los astrónomos Zeberg y Struve y conocida como la Tesis más brillante y mejor escrita en la historia de la Astronomía”.
Su doctorado constituyó un antes y un después en la creencia de la composición del Universo, ya que se tenía la convicción que las estrellas estaban formadas por los mismos elementos pesados de nuestro planeta: carbono, silicio... Al minucioso estudio de los espectros estelares, que permiten determinar la temperatura de las estrellas, aplicó la fórmula del astrofísico indio, Meghnad Saha. Esta ecuación es una expresión que relaciona el estado de ionización de un elemento con la temperatura y la presión por lo que es más fácil determinar con una mayor exactitud los elementos que forman las estrella a la hora de estudiar el espectro estelar.
Los gases que componen una estrella no están como en la atmósfera de la Tierra. Allí las temperaturas son muy altas y también la presión. Por este motivo los gases pierden su electrones. A eso se le llama ionización.
El color de la luz que emite un gas depende de su estado de ionización. Por eso se necesitaba esta ecuación, para saber la composición de una estrella a partir del color o espectro de su luz.
En base a estos estudios llegó a la conclusión de que los elementos que más abundan en el Sol, nuestra estrella, y en el universo en general son: el hidrógeno y el helio.
Este descubrimiento provocó un rechazo unánime de la comunidad científica y la propia Cecilia siguiendo los consejos del también astrónomo Henry Norris Russel tuvo que rectificar sus afirmaciones aludiendo que podrían ser meras conjeturas. Posteriormente el mismo Russel llego a la misma conclusión y años más tarde reconoció que Cecilia tenía razón.
En uno de sus viajes por Europa conoció a Sergey Gaposchkin, astrónomo ruso, al que ayudó a instalarse en EE.UU. que también acabó trabajando en Harvard y con el que contrajo matrimonio.
En 1956 fue la primera mujer profesora titular de Harvard, cuando se retiró fue nombrada profesora emérita en Harvard. Escribió varios libros y colaboró con diferentes revistas científicas. Se sintió igualmente atraída por el estudio de las estrellas de alta luminosidad con el fin de entender la estructura de la Vía Láctea.
Cecilia tuvo la suerte de conseguir reconocimiento en vida y obtuvo varios premios como premio Annie J. Cannon de Astronomía entre otros y el asteroide 2039 lleva el nombre de Payne Gaposchkin.
Termino con unas palabras de la protagonista de hoy:
¡Tuve la culpa de no haber insistido en lo que creía. Me rendí cuando pensaba que tenía razón y ése es otro ejemplo de cómo no investigar. Un consejo para los jóvenes. Si estás seguro, defiende tu postura!
Sabias palabras para las siguientes generaciones o dicho de otra forma, “no te des por vencido ni aún vencido... Trabajo y tesón es el único camino.
ANA ROMÁN ESTELA
(AGRUPACIÓN ASTRONÓMICA ARAGONESA)